El frenillo lingual es esa delgada membrana que nos permite mover la lengua con soltura. Pero, ¿qué pasa cuando no es flexible y siempre estuviera rígida? Habría muchos problemas.
La libertad que tiene la lengua pasa casi desapercibida. Se usa para hablar, para comer, para tragar saliva. Es un músculo al que no damos mucha importancia y, sin embargo, nuestra vida sería mucho más compleja si no lo tuviéramos.
La rigidez del frenillo puede provocar en el bebé algunos problemas, como la dificultad para la salivación, la succión (que es como se alimenta) y la deglución. Habría dificultades a la hora de comer e incapacidad para masticar a un ritmo normal.
También tendrá dificultad en la articulación de sonidos y palabras. Es posible que el bebé no pueda balbucear y, por tanto, un retraso en la adquisición del habla.
Cuando un bebé nace con rigidez en el frenillo, suele tener relación con que esta membrana es más corta y gruesa de lo habitual. Si se detecta en un recién nacido, la opción más cómoda y sencilla consiste en realizar un pequeño corte o frenetomía que solucione el inconveniente al momento.
La frenetomía consiste en realizar un pequeño corte en el frenillo, sin necesidad de realizar puntos de sutura porque la propia saliva favorecerá la cicatrización.
Pero si el diagnóstico es tardío (se puede detecta en durante los primeros 12 meses de vida), habrá que aplicar una sencilla operación quirúrgica, de 20 minutos, con anestesia local.