El consumo de alcohol tiene una estrecha asociación con la irritación de los tejidos orales y por lo tanto en lo que respecta puntualmente a los casos de periodontitis o enfermedad de las encías, empeora su condición y más aún cuando la condición es crónica.
La periodontitis es una infección de carácter bacteriana que destruye las estructuras que soportan los dientes, causando en el tiempo la perdida de los mismos, pero en el caso de los bebedores regulares de alcohol según nuevos estudios se ha determinado que incrementan su riego a la condición entre un 18 y un 27 por ciento, estadística que varía dependiendo de las cantidades consumidas.
Se ha demostrado que el alcohol debilita al sistema inmune, promoviendo el desarrollo de las infecciones al combatirlas deficientemente y por lo tanto se produce un desarrollo bacteriano que alcanza una mayor penetración puntualmente en los tejidos gingivales. El consumo de 10 o más bebidas semanales deriva en un mayor riesgo al desarrollo o empeoramiento de la periodontitis, comparados con aquellas personas que consumen menos de esa cantidad a la semana.
El consumo de alcohol provoca deshidratación en la boca, situación que genera sequedad y esta condición se traduce en un lugar propicio para el desarrollo bacteria, por insuficiencia de saliva, estimulando así una mayor formación de placa a mayor rapidez, situación que explica el efecto negativo sobre la salud oral que produce un consumo excesivo de alcohol.
Para prevenir esta situación se recomienda obviamente un control del consumo de alcohol (cinco unidades por semana), cuando no se pueda evitar por completo, pero las recomendaciones profesionales preventivas se centran en; realizar un cepillado diario (dos veces al día) poniendo especial atención a las encías con un cepillo eléctrico, usar hilo dental a diario y estimular las encías con un estimulador punta de goma, así como también realizar gárgaras con un enjuague bucal antiséptico.
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