Siendo la salud bucal una representación de la salud general, en los niños cobra tanta importancia como en los adultos. Y, en todo caso, más, porque se trata de inculcar rutinas de higiene que durarán toda la vida.
El hecho de que no tenga dientes aún no quiere decir que al bebé no se le deba asear la boca. Cada vez que sea alimentado, con una gasa húmeda es necesario limpiar la cavidad de restos de leche materna.
Y en cuanto salga el primer diente, el cepillado debe convertirse en una rutina diaria y de por vida. Al año, o si se observa algo diferente, el niño debe ser llevado al odontopediatra y así iniciar una vida plena de salud bucal.
Los menores deben acostumbrarse a lavarse los dientes tres veces al día, usar hilo dental y tener una pasta dental con flúor. Además, rematar con enjuague bucal.
Conforme va creciendo, el niño puede visitar al odontólogo a partir del año o dos años de vida y frecuentemente a las aplicaciones de flúor más adelante, a partir de los 4 años. Se hace hincapié en la limpieza de los bebés cuando la lactancia no es materna.
Los especialistas aseguran que la limpieza es importante porque puede haber bacterias reproduciendo y pueden provocarle algún daño al bebé.
