De los injertos que se hicieron populares hace décadas, al uso de sustancias plaquetarias obtenidas de la sangre del paciente, el avance tecnológico para la regeneración tisular mantiene descubrimientos que benefician al paciente.
Ya existen desde hace décadas y se usan con cierta frecuencia las técnicas de la GTR (Regeneración Tisular Guiada) y la GBR (Regeneración Ósea Guiada), métodos basados en el uso de injertos de tejido del propio paciente o procedentes de otras especies o biomateriales sintetizados en el laboratorio.
El problema aquí es que obtener los injertos del propio paciente se hace necesario someterse a una intervención quirúrgica, lo que implica una serie de molestias, pero el resultado vale la pena.
La búsqueda científica continuó, con el objetivo de acortar tiempos de cicatrización y lograr la regeneración de los tejidos orales, tanto duros como blandos. Es entonces que aparecen los concentrados plaquetarios o PRP (plasma rico en plaquetas) en cirugía oral y maxilofacial, obtenidos mediante el centrifugado de la propia sangre del paciente.
Con los años se describe el primer concentrado rico en plaquetas y leucocitos en una matriz de fibrina densa, que fue el primer concentrado de segunda generación. Es el L-PRF, un material de injerto completamente autólogo, al no ser utilizadas para su obtención ningún tipo de sustancia química.
El centrifugado genera un coágulo de fibrina que contiene leucocitos y plaquetas, que se activarán, liberando factores de crecimiento y citoquinas que quedan atrapadas en la matriz de fibrina.
Al cambiar los protocolos de centrifugado se consiguió otro concentrado, el CGF-CD34+, el de tercera generación, con mayor concentración de factores de crecimiento y la fibrina más densa que el de segunda generación, además de poseer células madre CD34+. Por todo ello, tanto la capacidad de regeneración tisular como las otras propiedades se ven muy mejoradas. Además, se puede utilizarse solo o asociado a otros biomateriales.