En dosis pequeñas y correctas el flúor es beneficioso para salud de los dientes, ya que se ha demostrado que fortalece el esmalte dental y previene la caries. Pero, si es consumido en grandes cantidades por mucho tiempo provocaría lo que se llama fluorosis esquelética.

Y hay ciertas zonas del mundo en las que el flúor está presente naturalmente en altos niveles en el agua de consumo, tanto que lo hacen peligroso. Se trata de lugares en África, Asia y América Central.

Por eso, un equipo de investigadores ha desarrollado una prueba que no requiere experiencia científica para detectar niveles peligrosos de flúor en el agua potable.

“Por encima de cierto nivel, el flúor también endurece las articulaciones”, explica Julius B. Lucks, profesor asociado de ingeniería química y biológica en la Universidad Northwestern en Evanston y autor principal del proyecto.

El flúor es particularmente abundante en zonas que rodean volcanes y se encuentra en las cenizas volcánicas. Los investigadores probaron el sistema tanto en el laboratorio de la universidad como en el campo en Costa Rica, cerca del volcán Irazú.

“Cada prueba en estas muestras de campo funcionó”, comentó Lucks a Dental Tribune. “Es emocionante que funcione en el laboratorio, pero es mucho más importante saber que funciona en el campo”.

El objetivo de la investigación es que sea una solución fácil y práctica para las personas que más lo necesitan. “Nuestro objetivo es capacitar a las personas para controlar la presencia de flúor en el agua” que beben.

El estudio, titulado “Detección en el punto de uso de flúor ambiental mediante un biosensor basado en riboswitch sin células”, se publicó en línea en la revista “ACS Synthetic Biology”.

Allí se explica que el equipo de científicos secó por congelación la reacción del ácido ribonucleico (ARN), que se asemeja a una pequeña bola de algodón, y la puso en un tubo de ensayo con una pequeña pipeta. Cuando se coloca en agua, la pipeta absorbe 20 µl, exactamente la cantidad necesaria para rehidratar la reacción.

“El ARN se pliega en un pequeño bolsillo y espera un ion de flúor, que cabe perfectamente en ese bolsillo. Cuando aparece el ion, el ARN expresa un gen que hace al agua amarilla. Si el ion no aparece, entonces el ARN cambia de forma y detiene el proceso”, explicó Lucks.

El proceso dura dos horas, pero los científicos quieren acelerar el proceso en un futuro cercano.

DEJA UNA RESPUESTA

Please enter your comment!
Please enter your name here

*