El dolor en los dientes puede convertirse en una tortura, y no es para menos, pues está considerado uno de los de mayor rango de los que pueda soportar una persona.
De hecho, es por un fuerte dolor que la mayoría de los ciudadanos acuden al dentista. Y es generalmente es tan fuerte que deben tomar analgésicos mientras son atendidos.
Para diagnosticarlo y tratarlo, el profesional de la odontología tendrá que aplicar sus habilidades y un poco de anestesia. La buena noticia es que siempre, tras el tratamiento, el dolor desaparece.
Los dolores dentales más fuertes suelen provenir de dos fuentes. Una, de la pulpa o nervio del diente, que ha sido alcanzado por una caries no tratada a tiempo. En este caso, la sensibilidad ha aumentado y el umbral de dolor de paciente es casi inexistente. El trabajo del dentista provocará molestias, pero el alivio llegará pronto.
La segunda fuente es de origen periodontal, con la enervación de la encía y del hueso que sujeta el diente. Como es producto de una infección, el trabajo también incluye evitar que la bacteria pase al torrente sanguíneo.
Apenas una infección en boca multiplica por 8 el riesgo de volver a tener una angina de pecho o un infarto de miocardio, y será peor si el paciente fuma o tiene altos valores como el colesterol.
Las muelas son las que generalmente producen más dolor, más que todo las del juicio. Pero mientras no molesten es mejor dejarlas donde están.
La razón de que las muelas lleguen a doler tanto se debe a un problema de presión: El diente es una estructura rígida, su función dentro del organismo es de defensa y de alivio de la presión; cuando hay un traumatismo o una infección el tejido se inflama y comprime el nervio y hace que el dolor sea tan intenso.