Un hombre que se hacía pasar por dentista en las aldeas de Galicia, y que destrozó la boca de dos ancianos, fue detenido por la policía.

Sus prácticas poco ortodoxas incluían desinfectar el material de trabajo con lejía. Atendía a domicilio, lo que llamaba la atención de sus potenciales pacientes, ya que no tenían que trasladarse a otra localidad.

El hombre no tiene titulación que lo acredite como odontólogo, pero aún así empastaba, extraía muelas e incluso ponía fundas. A una de sus pacientes le colocó una prótesis de plástico.

Otro paciente notó raro que usara lejía para desinfectar los utensilios antes de usarlo, pero siguió adelante porque ya había pagado.

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