Hasta mediados del siglo XIX, la odontología era algo rudimentaria y nada que ver de la que se practica hoy en día. Los “dentistas” de épocas pasadas se las ingeniaban para reponer piezas que debían ser extraídas sin remedio.

Recurrían a materiales como el marfil, las piedras preciosas, las conchas de mar, todo con la idea de simular la pieza que ya no estaba.

La falta de herramientas y de tecnología daba una sola respuesta a un dolor en un diente: extracción. Y por eso por mucho tiempo, desde la Edad Media, quienes practicaban “la odontología” eran llamados “sacamuelas”. De hecho, la función la desempeñaron barberos.

“Todavía no se habían inventado los empastes y la gente no pedía ayuda hasta que no aguantaban el dolor. Para aliviarlos, nada como atar un hilo a la muela para sacarla de un tirón”, relata la revista Muy Interesante.

Pero esos problemas se acabaron. La odontología ha avanzado mucho desde aquellos tiempos y los tratamientos de hoy ni siquiera provocan dolor.

Todo comenzó en 1728, con Pierre Fauchard, considerado el padre de la odontología moderna, quien publicó “Le chirurgien dentiste, ou traité des dents” (El cirujano dentista, o tratado sobre los dientes, en español), en el que planteó que la odontología era una profesión con una base científica distinta de la medicina general.

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